San Fermín
Pues este domingo me fui por la tarde destino a Pamplona con otros tres amigos para ver cómo era esta fiesta de tanto renombre internacionalmente. Como íbamos a pasar un par de noches decidimos llevarnos una mochila con algo para cambiarnos por si terminábamos demasiado cerdos —cosa que evidentemente ocurrió—, así que necesitábamos un lugar donde dejar todo eso, ya que salir por ahí con mochilas es un embrollo. Tuvimos suerte, porque yo contaba con un buen amigo de la residencia que nos dejó ocupar su cuarto con nuestras cosas y que además nos sirvió de guía por Iruña (vuelvo a darte un enorme gracias).
El caso es que habíamos oído que Pamplona es cara de cojones, y cuando digo cara me refiero a 7 u 8 euros por un litro de calimocho. El único remedio que conozco es el botellón, de modo que como íbamos en domingo, fuímos hasta allá cargados con toda la bebida para soportar la primera noche pidiendo lo menos posible.
En la compra hicimos un descubrimiento ASOMBROSO. ¿Recordais esos pequeños batidos de chocolate que venden en mini-tetrabricks? Sí, sí, aquellos que habéis desayunado o merendado tantas veces de pequeños. Bueno, pues a una mente brillante se le ha ocurrido comercializarlos rellenos de vino!! Sí! Vinacho Don Simón del malo. Por supuesto compramos dos packs de tres y seis latas de Cola de marca Hacendado. ¿Para qué? ¡¡Pues para el viaje en autobús!! No imagino quién más puede comprar eso. Así que imagino que pronto los retirarán del mercado :(.
Una vez en el autobús empezamos a sacar bolsas de patatas, torreznos y tal, así que no tardamos en empezar a mezclar nuestros mini-calimochos. Le encargamos tan importante tarea a Miqui, el cual podrá avisaros de los peligros de mezclar viajando en autobús por una carretera con baches. Resultado: camiseta llena de vino antes de comezar las fiestas. No obstante, la experiencia fue curiosa, y no descarto que lo repitamos en próximos viajes.
Comenzamos la noche con nuestra botellada, junto a otros cientos de chavales, en la zona verde de la Ciudadela, mientras cenábamos nuestros boacadillos y veíamos los fuegos artificiales. Luego me compré una pañoleta roja y fuimos a la zona de bares.
Fuimos al casco viejo, a la zona de bares más pro-Euskadi. Pero pro, pro. Listas de precios en vasco, carteles de Euskal Prezoak y pegatinas del emblema ETA por todas partes, y de infinidad de cosas que no entendía. Por aquí es donde ponían la mejor música, era todo Ska, y algo de punk. Pese a lo que pueda parecer de la descripción, así en frío, había un ambiente de puta madre y no pasana nada porque fueras español; no tuvimos problemas con nadie y disfrutamos como enanos. Hago la aclaración porque seguro que más de uno se escandaliza cuando lea que estaba de puta madre en bares con pegatinas de ETA en el tirador de cerveza.
Lo que más me llamó la atención es que si pides las bebidas en vasco te cobraban menos, así que alguna vez intentamos pedir en euskera con el consecuente "descuento". Esto nos hacía bastante gracia la verdad.
Después de toda la noche de bar en bar fuimos a la plaza de toros a ver las vaquillas. Como habré visto sólo una vez el encierro en la tele, no recordaba que los toros al llegar se van inmediatamente. Yo esperaba que dieran un par de vueltas a la plaza, acojonando a la gente, así que me llevé un poco de chasco. Por lo menos, luego las vaquillas fueron divertidas. Pero lo que las hizo buenas no fue realmente por ellas en sí, sino por un chaval que teníamos por detrás que no paraba de gritar unas animaladas que era la puta caña.
—Primero paraplegia, segundo al tanatorio!
—Apunta! Apunta bien!
—Sangreeeeeeeeeee!
—Pártele el cuello!!
—Al munipa!! Va a por el munipa! (cada vez que la vaquilla saltaba al foso donde había dos locales).
Con mis amigos nos estábamos muriendo de la risa, y en seguida nos animamos a gritar cosas similares como "Que salga en camilla!", "Déjalo en silla de ruedas!!". Un figura ese chaval. Estuvimos a punto de acercarnos a decirle que se viniera a San Lorenzo, este tio iba a encajar en nuestra pandilla de puta madre xD.
Y luego, un par de desgraciados que se cogieron del cuello de la vaquilla, pues la plaza los abuchea e insulta en el momento (a uno de ellos hasta le partieron la cara), pero nosotros no. Nosotros nos pegamos las cinco o seis vaquillas siguientes insultándoles e instándolas a que los cogieran. Desgraciadamente no ocurrió, pero gritamos a gusto. Te quedas de puta madre después. En lo que también estuvimos de acuerdo es que eramos el núcleo duro de la plaza.
Para dormir, un césped a la sombra de 5 árboles, entre las 11 y las 14 horas. A esa hora ya hacía tanto calor que nos despertamos, así que pasamos toda la tarde remojándonos, tirados en otro cesped, con más sombra. La siguiente noche fue similar a la anterior, pero terminamos viendo sólo un par de vaquillas porque teníamos que volver a por nuestras cosas a casa de mi amigo antes de coger el bus hacia casa.
Conclusión: San Fermín mola.
Otras conclusiones:
—Pamplona es la puta caña para salir de bares.
—Hablar vasco sí sirve para algo.
—San Fermín es casi como San Lorenzo, pero en rojo y euskera, en una ciudad desconocida y con nuevos bares de sólo ska.
—Los mini-bricks de vinacho son un gran invento.
Corolario: Al año que viene volvemos.
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