He cambiado la dirección de mi blog

Éste es ya un vestigio del pasado. Visita
http://www.tiendadeultramarinos.es
y actualiza tus marcadores.

4 de enero de 2008

El fenotipo de la gilipollez

Esta mañana, estudiando en la biblioteca, he alzado la vista para ver como llegaba un chaval y se sentaba en un sitio, una mesa más allá. Nada más verle la cara, su mirada, he pensado Este tio tiene que ser un gilipollas. No me he basado absolutamente en nada, posiblemente fuese la primera vez que lo viera, ni siquiera llevaba una ropa que lo identificase de alguna forma; sin embargo le he prejuzgado nada más fijarme en sus ojos.

Sé que no es correcto prejuzgar a una persona y decidir arbitrariamente que va a ser un imbécil sin darle la más mínima oportunidad de que lo demuestre, y suelo pensar mucho sobre ello, pero es algo que hago muy a menudo. Un movimiento, una leve mirada, un gesto, una frase aparentemente inocente y ya decido que alguien me va a caer mal si tuviera oportunidad de hacerlo.

Lo increible del asunto es que, por norma general, acostumbro a acertar en la mayoría de los casos. Habitualmente, si he decidido que alguien iba a ser un cretino y tenía la ocasión de compartir un rato con él, terminaba demostrándolo. O si preguntaba a algún conocido no hacía sino confirmármelo; aunque no hubiese dicho yo nada antes.

Por supuesto, cualquiera podría afirmar que el que yo mismo haya confirmado que tenía razón no es motivo suficiente, puesto que tenía muy pocas papeletas de caerme bien dado que ya tenía una opinión desfavorable formada en cuanto a él y a todos nos cuesta cambiar de opinión; pero es que ha habido veces —pocas— en las que lo he hecho y me he dado cuenta de cuán equivocado estaba cuando les prejuzgue. Aunque esto siga sin ser una baza muy favorable a mi favor.

El caso es que, empíricamente, me he demostrado a mí mismo, para mi sorpresa, que la mayoría de las veces acierto con mis predicciones sobre la persona —y continúo reconociendo que a veces me he equivocado, de uno incluso llegamos a ser muy amigos— de modo que de un tiempo a esta parte estoy empezando a creer que todos los gilipollas integrales tienen un algo físico en común.

Esta hipótesis —rallada absurda y sin fundamento para ser exactos— no ha nacido únicamente de mi abundante imaginación, sino que viene por el hecho conocido y demostrado de que quienes tienen el Síndrome de Down están marcados por unos rasgos característicos con cierto parecido asiático. Esto es lógico dado que los genes que codifican las diferentes características de nuestro cuerpo, tanto físicas como psíquicas, son muy variados y diversos, cada uno con diferentes fenotipos —ya que no todo es tan sencillo como cuando se estudian las Leyes de Mendel en el bachillerato, con un único gen para cada atributo—.

Por ello, me atrevo a suponer que los muchos imbéciles con los que tenemos que convivir, no sólo lo son mentalmente y en su comportamiento, sino que puede distinguírseles del resto por su físico; porque realmente yo a muchos los reconozco de un vistazo.

Así, y terminando con la historia que he comenzado, media hora después de llegar, ese chico con cara de gilipollas se puso los casos de su, imagino, mp3 —o mp4, oiga, que ahora semos muy modernos— y conectó el volúmen en su posición más alta —de hecho estoy seguro de que le dió dos vueltas más—; acción a la cual toda la biblioteca respondió con el correspondiente giro para mirar quién coño era el imbécil. Tras varias miradas, carraspeos, comentarios, risas y más miradas fijas en el chaval, su compañero, avergonzado, decidió que era momento de hacerle un favor al oído de su amigo y debió de explicarle la jugada. Al tio aún le costó un poco entenderlo y bajar el volúmen a un nivel que no le destrozase el tímpano, dejando patente durante todo el proceso su completa estupidez. Y confirmándome a mí, de nuevo, que quizás sí que se les distinga por su expresión.

No hay comentarios: